«LOS ABUELOS QUE CUIDAN A SUS NIETOS, DEJAN MARCADA SU ALMA PARA TODA LA VIDA»
César Ventura
Llevo un par de semanas sin escribir nada, han sido unos días duros, se han juntado demasiadas cosas difíciles de gestionar, pero hoy, aunque sigo muy agotada me apetece volver a escribir. Quizá sea producto del cansancio o producto de esa fuerza que me da la risa de fondo del Pequeño Caballero que anda jugando en el suelo con Súper Papá. No sé muy bien, pero tengo esa necesidad de expresar mucho.
Valentina significa persona valiente, activa y vigorosa y, efectivamente, así eras abuelita mía, valiente, activa y vigorosa. Parecía que nada iba a poder contigo, ni siquiera el cáncer o la pérdida de tu hija.
Valiente para luchar por tus hijos, nietos y ahora también bisnietos.
Valiente para sacar a toda la familia a delante.
Valiente para enseñarnos a nosotros, pero también para enseñar a toda persona que llamaba a tu puerta.
Valiente para poner una sonrisa ante los momentos difíciles de la vida.
Valiente para no rendirte pero también para no dejar que yo me rindiera.
Pero ahora, ahora has dejado un inmenso vacío en todos los que pudimos disfrutar de ti, te has ido igual que has vivido, VALIENTE.
Ahora es cuando me vienen todos los recuerdos juntas. Recuerdo ser muy pequeña y vivir contigo y con abuelo. Me daba miedo dormir en la habitación sola, así que fuimos a comprar un piloto con luz y una carita sonriente, pero no fue suficiente, así que abuelo tuvo que meter mi cama en vuestra habitación, a vuestros pies, pero lo que pasó fue que acabé durmiendo contigo en la cama y abuelo a nuestros pies. Sin esforzarme demasiado puedo cerrar los ojos y olerte. No estoy segura de sí son recuerdos reales o imaginados de tanas veces que me lo has contado, pero para mí es muy real.
Nuestra especial relación de todas formas creo que empezó un poco antes, exactamente en el día que mi madre se fue a comer a tu casa cocido porque mi padre iba a comer gachas y ella no quería. Ese día rompió aguas en tu casa y rápidamente llamaste a mi padre para iros todos juntos a Madrid.
Desde el día que nací has estado a mi lado cuidándome. Tu casa era mi casa, tenía mi habitación y mi piloto con luz, pero antes de eso también tenía mi cuna con el famoso colchón de animales con los que me volvía loca.
Me criaste rodeada de hilos, agujas, alfileres que buscaba por toda la casa y bolillos.
El mejor ruido para dormir siempre ha sido el de tus manos manejando esa gran cantidad de bolillos que según tú te hablaban. Pero abuela ¿Cómo sabes manejar tantos bolillos a la vez? ¿Cómo sabes cuál tienes que mover en cada momento? Pues hija porque te hablan, ¡no los oyes!
Esas manos no sólo cosían, también era suaves para acariciar mientras hablabas de la vida, mientras me contabas historias de antaño, mientras me aconsejabas teniendo una visión muy moderna de la realidad.
Nunca me has juzgado, nunca me has regañado, nunca te has enfadado por “salirme del camino” como me decías. Simplemente me escuchabas y respetabas mis decisiones sin cuestionarlas y quizá sin entenderlas demasiado, pero daba igual, nuestro amor era más grande que todo eso y podía con todo.
Los últimos años han sido complicados, pero ahí has seguido, queriéndome, enseñándome a ser mamá. Has mirado a mi hijo con el mismo amor que me has mirado a mí siempre y eso es lo más bonito que he visto nunca.
Has podido acariciarle, besarle y hablarle con esa dulzura y con esa delicadeza como lo has hecho siempre conmigo. Sin juzgar, solo amando sin límite.
No entiendo muy bien que es lo que tengo que hacer ahora sin ti. No entiendo la vida sin volverte a ver. Todavía no entiendo muy bien por qué te has ido de mi lado, tenías que seguir guiándome en este camino, todavía necesito tu mano suave en mi cara y en mi pelo.
Te lo dije muchas veces y te lo seguiré diciendo mi Valiente, te quiero como a nadie.
Tus hilos, tus pulseras, tus cuadernos, tus manos, tu risa y tu inmenso corazón lo guardaré siempre conmigo, abuelita.
No dejes de cuidarnos nunca allá donde estés, yo prometo seguir recordándote siempre.