ZOE

Sé que voy a quererte sin preguntas, sé que vas a quererme sin respuestas”

Mario Benedetti

Las últimas colaboraciones que he publicado reflejan la dura realidad que estamos viviendo de manos de personas que se están jugando la vida saliendo cada día de sus casas por nosotros, que se están exponiendo y están exponiendo a su propia familia. Han sido relatos duros, pero de personas fuertes.

Hoy os quiero mostrar la otra cara de la moneda, una cara un poquito más amable.

Ella es mi compañera de batallas de todos los días, la que con una mirada a las 8 de la mañana sabe si estoy bien, si voy a romper a llorar o si no he dormido. También es mi amiga, a quién acudo cuando la cosa se tuerce, cuando necesito solo un “no te preocupes” o cuando necesito romper a reír por cualquier bobada.

Ella me ha enseñado a esperar, a que todo llega, a tener un poco más de paciencia, a ver la vida de forma más serena y a no cargar con los problemas ajenos.

Ella es fuerte y su hija es igual. Juntas no hay quien las pare, por eso estos días están siendo tan felices en su pequeño mundo. Os quiero chicas.

ZOE significa en griego VIDA, persona vitalista, alegre, excitada y activa. Desde hace ya 3 años es el nombre de mi hija y la define tal y como es.

Cuando el 9 de marzo vi en las noticias que teníamos que quedarnos en casa por el coronavirus pensé ¡qué bien! Unas vacaciones, qué bien nos van a venir.

A la mañana siguiente me di cuenta que no eran unas vacaciones, era una crisis sanitaria y económica que empezaba a golpear el país de la noche a la mañana sin apenas darnos cuenta.

 En esta vida no estamos preparados para vivir algo así, tan duro, mi hija no entiende que está pasando. Los primeros días me preguntaba dónde íbamos a ir mañana, ¿al cole?, ¿a casa de abu?, ¿a la pisci? Era duro decirla que no podíamos salir de casa y no podíamos tener la misma rutina pero enseguida se acostumbró a quedarnos en casa y sin entender nada en ocasiones dice mamá va a comprar y Zoe se queda en casa, en esos momentos alucino, cómo sin saber qué está pasando lo ha entendido a la primera.

Encontraremos piedras en el camino,

         Hagámonos a la idea,

         Pero compartir el mundo de los niños

        Nos ayuda a entender que nada es imposible.

                                                                                                               César Bona.

Entonces empecé a pensar. Este virus me está dando la oportunidad de pasar las 24 horas del día con mi hija y lo vamos a aprovechar.

Tenemos la suerte de vivir en una casa con jardín y era el momento de aprovecharlo, hemos salido todos los días que hemos podido y hemos recuperado juegos de cuando yo era pequeña y que tan olvidados están en la vida de los niño. Jugamos al pilla-pilla, al escondite, echamos carreras, saltamos desde distintas alturas, pintamos con tizas en el suelo, plantamos semillas y estamos cogiendo fuerza con la moto y el patinete, observamos las lagartijas, las hormigas y regamos las plantas, ¡¡es genial!!

Cuando Zoe me deja un momento pienso lo feliz que soy a su lado, como mola observarla, aprender con ella, disfrutarla y verla feliz por estar todo el día conmigo.

Zoe cumplió 3 años hace unos días y este año no tuvo fiesta de cumpleaños, ni con los compañeros de la escuela, ni con la familia. La pobre por no tener, no tuvo ni regalos. Pero a ella no le importó nada, se levantó por la mañana y decidió ponerse un vestido para bailar porque era su cumple así que le hice una corona, le hinche unos globos, le hice una tarta de chuches y a disfrutar del día. A bailar, a hablar con la familia por videollamadas y a disfrutar el día con sus padres, nos lo pasamos súper bien y ella estaba encantada, una lección más que nos ha dado.

Y me gustaría acabar este post para una gran amiga citando nuevamente a César Bona:

Sed maestros, sed padres,

                              Pero no olvidéis lo más importante:

                             Disfrutad de ello y contagiad.

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Otro día más de infierno

“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”


Mahama Gandhi

Me siguen llegando colaboraciones de gente cercana que quiere contar su experiencia en estos duros momentos.

Ella es una buena amiga, trabaja en el supermercado al cual vamos todos. Tiene ese trabajo que seguramente hemos menospreciado en alguna ocasión. Pues es ella quién nos abastece, quién tiene que ir cada día a su puesto de trabajo y arriesgarse porque somos unos inconscientes y seguimos sin darnos cuenta de que así no.

Ella tiene dos  niños pequeños que la esperan en casa, que están deseando abrazar a su mamá cuando llega después de muchas horas fuera. Pero no, deben apartarse hasta que ella se quita todo lo que lleva encima y se vuelve a desinfectar.

Luego nos manda un audio al grupo, donde intenta reírse de la situación que está viviendo, pero en su voz hay una nota de preocupación, de gravedad que no es difícil adivinar.

Gracias amiga por arriesgarte por nosotros y perdona si no siempre somos amables, pero sabemos ahora más que nunca, lo imprescindibles que sois para nosotros.

Mucho ánimo y mucha fuerza para ti, pero también para toda tu familia que te espera en casa.

Mi nombre es María y tengo 30 años, os voy a contar una historia que espero que jamás se vuelva a contar.

6:45 horas de la mañana, suena el despertador me levanto y pienso «otro día más de infierno”. Me visto cojo mi coche. Me dispongo a ir a mi puesto de trabajo, un puesto al que tengo que estar al 100% para que a nadie le falte de nada en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo.

Llego, ficho y alegría, veo que todos los compañeros de mi turnos siguen conmigo al pie del cañón. Me cambio, me enfundo en mi traje de heroína, mis guantes, mi mascarilla y mi mampara protectora.

8:15 horas, preparo mi caja y entre risas y anécdotas colocamos murales, estanterías, etc… Para que no falte de nada.

09:30 horas, momento de relax, momento de café con los compañeros seguimos de risas y no paramos de hablar de todo tipo de cosas menos del tema de moda… El virus. Salimos a que nos dé el aire y de reojo vemos esa inmensa cola que casi da la vuelta a la a la manzana y con ella las mismas caras de todos los días.

Se nos entristece el semblante y esa alegría que teníamos se va apagando poco a poco. Nos miramos con la mirada vacía y nos disponemos cada uno a nuestro puesto de trabajo.

10:00 horas, subimos el cierre y cual toro en su plaza entran en estampida, nos miramos y seguimos teniendo el mismo pensamiento de todos los días…. «así no, esto no se acaba».

Llega uno, otro, otro y así pasan las horas y siempre los mismos. Esos que sólo salen por dar un paseo, que salen a por una bolsa de pipas, que no piensan, que no respetan.

Pero de repente llega alguien que, sin más, te las gracias una y mil veces por estar ahí. Se te encoje el estómago y con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos tu también le das las gracias por no venir todos los días.

12:00 horas, minuto de silencio por todas las victimas del virus.

Seguimos en nuestro puesto de trabajo sin levantar la cabeza de nuestra obligación porque sí señores, es nuestra obligación, a nosotros sí nos obligan a salir de casa para que a ustedes no les falta de nada.

Siguen pasando las horas y por fin veo entrar a mis compañeros del otro turno y otra alegría, ¡están todos! Ya falta menos para volver a casa.

15:00 horas, le cedo mi puesto a mi compañera, me voy al vestuario, me lavo las manos, me desinfecto, salgo por  la puerta y les deseo a mis compañeros lo mejor.

 Llego a casa, abro la puerta, me quito las zapatillas en el portal y les digo a mis hijos que vienen corriendo por el pasillo: » esperar, vengo de trabajar»; me quito la ropa y ya por fin puedo abrazar y besar a mi familia pero siempre me queda la duda de si me habré infectado…

¿A qué sabe la luna?

Uno de mis cuentos preferidos, uno de los primeros que estuvo en mi estantería cuando empecé esta pequeña biblioteca, el primero para empezar la sección de recomendaciones ¿qué más os puedo contar? Que es maravilloso!

Espero que os guste y lo disfrutéis.

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COVID-19

“Donde quiera que se ame el arte de la medicina se ama también a la humanidad”

Platón

No tengo palabras para explicar esta colaboración que me acaba de llegar. Ni siquiera conozco a la persona que lo ha escrito, por eso creo que es todavía más especial.

Una persona que está combatiendo con su cuerpo y con su alma en la UCI y que expresa con una palabras que erizan la piel lo que realmente está sucediendo en estos momentos, la realidad que desde nuestras casas no podemos ver.

No puedo más que agradecer con el corazón estas palabras, que seguramente hayan salido con una emoción difícil de contener. Gracias, has hecho que me emocione, que llore y que piense que, realmente saldremos de esta gracias a vosotros.

Desde Mami Me Mima solo te puedo desear fuerza para seguir luchando.

Os puedo asegurar que es un post muy especial y emocionante, espero que os guste.

Hace más de un mes que comenzó todo, a las seis de la mañana abría un mensaje de whatsapp: tenemos el primer caso en la UCI, y ha sido un caos, en ese momento nunca creí que llegaríamos a vivir lo que estamos viviendo. 

La vida nos está golpeado muy duro a todos, y creo q hay ciertas heridas que tardarán en cerrar o que quizá no cierren nuca. Ciertos sentimientos difíciles de digerir, porque se hacen un nudo en la garganta, y al final es el miedo el que se apodera de uno, pero al final las circunstancias te obligan a tragar, para que pase y por lo menos esa bola no te impida respirar, porque tienes que seguir. Nos dedicamos a cuidar personas y yo en mi caso a cuidar a los que cuidan, y siempre he sentido que es una gran responsabilidad. 

Me cuesta recordar en que momento empezamos a correr, a convivir con esa sensación de angustia constante, teníamos que abrir camas y lo teníamos que hacer rápido, porque nuestros pacientes se ponían muy malos de un día para otro, de 10 pasamos a 12, de 12 a 17, a 26, a 30 y luego a 37 y hasta 40 y nunca es suficiente, la situación ha sido prácticamente inasumible, yo intentaba tragar para que ese nudo pasara porque había días que pensaba que me ahogaba, que no llegaba, pero no podían faltarme las fuerzas.

Evidentemente al ritmo que todo esto crecía no podía hacerlo solo, y comencé pidiendo ayuda a mi equipo, lo tuvieron claro desde el minuto cero, cuenta con todos y cada uno de nosotros para lo que sea, y así ha sido, gracias por sostenerme. Pedí ayuda a mis jefas, y una vez más también me demostraron que estaban ahí, como siempre. Pedí ayuda a mis compañeros supervisores, que con la que está cayendo se han desprendido de grandes profesionales en sus unidades para construir un gran puzle que ha día de hoy aún le falta alguna que otra pieza. 

Comenzaron a llegar cada día personas nuevas a trabajar, personas a las que también tienes que cuidar, pero que, en ocasiones no conoces ni su nombre, lo que si recuerdas son sus caras entrando, la mayoría, por primera vez en la UCI, aterrados, pero con unas ganas tremendas de estar ahí, de ayudar, de poner su granito de arena. 

Me gustaría quitarme hierro al asunto y decir algo así como no ha sido fácil, pero no sería verdad, porque la realidad es que a día de hoy continúa siendo muy difícil. Hemos vivido días muy duros, con mucha presión, ingreso tras ingreso de pacientes que llegaban al límite, y así, al límite de nuestras fuerzas hemos trabajado todos.

Hemos trabajado con miedo, con rabia, con impotencia, con angustia… Pero hemos seguido, porque así somos los que nos dedicamos a esto. No sabemos las consecuencias que más adelante tendrá. 

Y a todo esto, cada uno de nosotros también tenemos una familia, unas circunstancias personales, en mi caso una hija que apenas me ve, y con tan solo tres años sabe que cada vez que aparezco por la puerta, los días que me ve, tiene que esperar a que pase por la ducha antes de darme un abrazo, también ha asumido con toda la normalidad con la que ella puede, que se tiene que quedar en casa, y una vez mas nos demuestran que son pequeños muy grandes. También ha asumido que papá trabaja todos los días en el hospital y los días que no voy, que en este mes han sido 3 ó 4 me pregunta asombrada ¿Papá, hoy te quedas todo el día conmigo? Y a mi se me parte el alma.

Como decía al principio hay heridas que quizá nunca cierren, y es que cuando lo vives en primera persona, ves que todo esto es aún peor, porque no hay nada peor que vivir la pérdida de un ser querido en soledad, en mi caso afortunado, porque tengo unos compañeros excepcionales que los ratos que yo no estaba, ellos se encargaban de cogerle la mano, de colocarle la mascarilla o de ponerle esa medicación que la aliviara un ratito. Duro, todo muy duro, no puedo expresar con palabras el horror que aquella mañana mis primas y yo tuvimos que vivir, heridas que no se si cerrarán.

Pero, a pesar de todo tienes que seguir, vuelves a tragar, porque cada vez la bola en la garganta es más grande, las piernas no te sujetan, el aire no te llega al pecho, intentas evitarlo, tienes que llorar, pero no puedes, no tienes tiempo ni espacio. Hay que seguir abriendo camas, montando unidades desde cero y tomas la decisión de distraer el dolor con el trabajo. Ojo que, el dolor y el duelo distraído no son buenos compañeros de viaje, porque como dice Rozalen en una de sus canciones: “todo lo que no se atiende, tarde o temprano reaparece”.

Y así discurren los días desde que comenzó este infierno, pero como todo, en esto además de sombras, hay luces, y las luces son las personas que cada día están a mi lado, las que me cuidan, mi familia que están muy pendientes de mi, que me recuerdan que tengo que cuidarme, que tengo que descansar, que cada día me preguntan como estoy, y me animan reconociendo un trabajo que hacemos entre todos. También hay luces en el trabajo y de nuevo son las personas, mi equipo, allí nos cuidamos unos a otros, e intentamos hablar de todo en todo momento y no llevarnos la mochila muy cargada a casa.

Se me llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdo que hay mañanas que te encuentras con alguien en el pasillo, le miras con toda la cara llena de marcas de las gafas de buzo empapada en sudor, agotada física y psicológicamente después de un turno sin parar y aun así te pregunta, ¿como estas?

Sigue habiendo luces, cuando celebramos como si de nuestra familia se tratara, cada vez que le quitamos el tubo a un paciente y le damos el alta a la planta, cuando vemos el cariño de la gente, cuando alguno de nosotros se siente fuerte y grita por el pasillo: ¡venga chicos! ¡Que vamos a poder con todo! Cuando de repente hay un turno que oyes reír a alguien, y te sorprende y a la vez te llena de alegría, quien lo diría…

La vida nos está dando una lección que espero que todos aprendamos, nos ha acercado mucho mas a las personas haciéndonos ver que un abrazo o un beso es un bien preciado. Saldremos de esta con la ayuda de todos y sin lugar a dudas seremos más fuertes.

¿Qué cómo se pasa el confinamiento viviendo en un pueblo? Pues os lo voy a contar………..

“Salvar la civilización es salvar la vida de un pueblo”

Víctor Hugo

Siguiendo con estas maravillosas que estoy recibiendo, aquí os dejo la experiencia de Soraya, vive en un pequeño pueblo y allí las cosas se viven de manera diferente a las grandes ciudades.

La situación que estamos viviendo es la misma sí, pero la experiencia es bastante diferente, el sentimiento de unidad como pueblo es muy diferente al que tenemos nosotros aquí en Madrid por ejemplo.

Muchas gracias por tu colaboración y por aportación personal en estos difíciles momentos para todos y gracias a este pueblo por las iniciativas tan bonitas que están llevado a cabo, la humanidad que se está demostrado es verdaderamente increíble.

Espero que os guste y que algunos incluso, os sintáis identificados con esta situación.

Mi nombre es Soraya, vivo en un pueblo de aproximadamente unos mil quinientos habitantes, y os preguntareis y esto que tiene de relevante… pues os lo cuento y vosotros valoráis ..

Cuando nos anunciaron que nos teníamos que quedar en casa por el estado de alarma, todos nos preguntamos qué consecuencias tendría esto en nuestras vidas.

En los comunicados nos hablaban de confinamiento en casa, de trabajos que no se podían realizar, datos y más datos de contagiados, muertes… cosas de estado….

Pero ¿Y el manual para poder sobrellevar la situación????? ¡Pues no! No existía tal manual así que, que cada uno hiciese lo que pudiese…

En mi caso, en casa solo vivimos dos, mi marido, yo y Tayni, (que es nuestro perro) Por lo que el tema con lidiar con los hijos, no nos afectaba, aunque otros muchos temas, sí.

El día que empezó el estado de alarma, teníamos en casa lo que teníamos……… y ya no

había oportunidad de moverse. En nuestro pueblo tenemos comercios, bancos, centro médico, farmacias así que por ese tema estábamos salvados. La única diferencia es que el precio de las cosas es un pelín más alto que en las ciudades, pero bueno lo que no va en una cosa va en otra.

En cuanto a los trabajos, nos afectó como a la mayoría de los ciudadanos, ertes, vacaciones recuperables, etc. Pero en ese momento lo que había que hacer es quedarse en casa.

Cuando fueron pasando los días, nosotros hacíamos la vida que puede hacer cualquier persona joven en confinamiento, ver tele, leer, charlar, hacer video llamadas con cualquier excusa para tomarte un vinito con los amigos… vamos lo normal….

Pero llegaban las ocho… y estábamos en una video llamada y todo el mundo se iba corriendo porque era la hora de a aplaudir y… ¿ahora qué?

En nuestro caso, vivimos en un barrio en el casco urbano del pueblo, la mitad de las casas o están cerradas o son segundas viviendas y la otra mitad son gente mayor que no salen a aplaudir… por lo que nos encontrábamos solos ante ese acontecimiento y terminamos por no salir… empezamos a seguirlo en la tele con la misma ilusión que si lo hiciésemos o incluso con algún voluntario en alguna video llamada que no nos colgaba y nos invitaba a participar de su vecindario, como si estuviésemos allí.

Otro de los días, nos nevó… así que ese día lo pasamos estupendamente.. Encendimos la barbacoa…. Todo un sueño para la gente que normalmente estamos trabajando, poder pasar un día cualquiera en casa, viendo nevar y con la chimenea encendida.

Pasados ya unos días en este confinamiento el tema que ahora más nos preocupaba, eran los contagios, y diréis como en todos los sitios….

Sí, pero aquí si cabe un poquito más, porque la mayoría de la población es mayor, las personas de más riesgo, y contamos con el factor que estamos todos conectados, y esto pasa, porque el que no es hermano, es cuñado, primo… suegro, yerno… y pensamos que en cuanto entre el virus en una población como esta… habría muchos contagios y lo que es peor muchas muertes.

En estos días y tan cerca de Semana Santa nos preocupa mucho que la gente no se quede en casa y venga a las casas de los pueblos. Yo entiendo que es difícil, que las fechas no acompañan, pero no podemos permitir que la gente venga a las segundas viviendas, porque nos pueden traer lo que no quieran…. y digo yo, cada uno en su casa, que nosotros esperaremos aquí para cuando nos podamos juntar y disfrutar todos juntos…. Pero de momento hay que ser consciente de lo que está pasando y lo que toca es estar confinados cada uno en su casa…

Otra parte positiva que podéis pensar que tenemos en los pueblos, es que se puede salir a pasear por el campo… pero no… nosotros estamos aquí igual que en las ciudades, el que tiene perro lo puede sacar con todas las precauciones y si hay que salir a comprar, se puede pero igualmente manteniendo la distancia de seguridad, una vez a la semana y poco más……

Otra cosa que se vive en el pueblo con diferencia a la ciudad, es que aquí, enseguida se sabe quién ha muerto, por lo que os comentaba antes, todo el mundo está conectado de alguna manera , y esto produce cierto desaliento… la forma de enterarse, aparte de wasap y demás… es porque tocan a clamor, que significa que las campanas de la iglesia tocan de una manera la cual anuncian que alguien ha fallecido.

Trato este punto, porque me parece que es una pena que tenemos añadida la gente que vivimos en este tipo de poblaciones.

Uno, porque seguramente que la persona que se ha ido era conocida.

Dos, porque seguramente sería familia de alguien con la que tienes algún tipo de lazo.

Tres, porque en los pueblos cuando alguien muere, suele acudir la mayoría de la población a acompañar a la familia, y en estos momentos, algo que siempre ha sido una cosa tan natural, no se puede hacer.

Cuatro, las personas mayores, ven cómo se va, gente de su edad o más jóvenes y lo sienten mucho, lo que viene a ser conocido como con la expresión “ un palo muy grande para ellos”.

La otra cara de la moneda como hemos visto en casi todo el país, es la solidaridad.

Aquí por regla general la gente participa bastante en las propuestas creadas por asociaciones, que hay unas cuantas, o por el Ayuntamiento.

En esta Pandemia la gente ha sacado lo mejor de sí misma y están colaborando en proyectos como #mascarillassolidarias , una iniciativa de la asociación de mujeres en

la que se confeccionan mascarillas para después repartir a los comercios de la localidad, dependencias municipales e incluso a las localidades de alrededor.

Otra de las asociaciones, la asociación Juvenil, formada por la gente joven de la localidad, y con iniciativa propia crea un torneo llamado fifa20 para que cada uno desde su casa pueda participar en este juego.

Así mismo el Ayuntamiento de la localidad, prepara actividades de entretenimiento mediante redes sociales, con una temática muy particular.. Como no podía ser de otra forma, la temática suele estar basada en la localidad.

Dicho todo esto, mi valoración (que no es objetiva) es muy positiva, el confinamiento aquí no se lleva nada mal.

Nos hemos dado cuenta que el valor del ser humano es incalculable, que vivimos deprisa y que esto nos ha servido para frenar, como se diría vaya guantazo sin mano que nos está dando la vida.

Espero que con este pequeño relato se haya dado voz a la gente que vivimos fuera de las ciudades.

Eso sí, este relato está basado en mi punto de vista. Sabéis que a mil habitantes… mil opiniones.

Muchas gracias por dejarme participar!.

Reflexión de una profe

El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar lo aprendible, como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento”

Jhon Locke

En estos días tan extraños para los pequeños y para nosotros, no paro de leer que los padres no entienden como pueden mandar tantos deberes, que ellos no pueden con toda la carga que están recibiendo por parte de los colegios.

Por ello me puse en contacto con mi amiga y compañera de la universidad, una súper profe, que efectivamente, está viviendo esto en su propia piel.

Aquí tenéis su reflexión como maestra, pero sobre todo, como persona empática hacia la situación, hacia las familias.

Ahora, espero que también todas las familias sientan la misma empatía hacia los maestros y profesores. Por ello, me parecía bueno darles visibilidad a ellos, a los profes, porque se está viendo la gran labor que hacen y lo importantes que son en nuestras vidas y en las de nuestros hijos.

Aquí os dejo una gran aportación que os hará pensar.       

Gracias amiga, haces un trabajo increíble, que nunca nadie te haga dudar de tu gran vocación.

Os voy a contar, si me permitís, cómo ha vivido una profe de infantil estos días de cuarentena en los que tiene que teletrabajar (jamás pensé que llegaría este momento).

            Todo empezó un lunes por la noche, cuando anunciaron que a partir de ese miércoles se cerraban los coles durante dos semanas. Imaginaos…¿qué fue lo primero que se le pasó por la cabeza a la inmensa mayoría de personas?: jolín, más vacaciones para los profesores… no sé de qué se quejan. Pues os voy a contar lo que se me pasó a mí: una sensación de miedo como nunca antes había tenido (y he pasado algún que otro susto en mi vida), miedo porque para que se cierren los colegios, algo gordo tiene que estar pasando, miedo por saber qué va a pasar con tus alumnos, con tu trabajo, cómo saldremos de esta, cómo vamos a afrontar el trabajo que tenemos por delante justo esas dos semanas (estamos en pleno periodo de evaluaciones)…

            Y así fue, durante esa semana las noticias iban y venían, era un continuo goteo de cambios, algo que te exige una adaptación casi instantánea, donde apenas puedes pensar, pero que, por el contrario, la cabeza va a todo tren.

            Os resumo un poco cómo hemos ido haciendo estos días: en un primer momento, nos hacían ir al colegio para programar, reuniones, evaluaciones, ordenar material, adelantar trabajo atrasado… (sí, porque los profes programamos y dedicamos muchas horas extras a las meramente lectivas), después dieron orden de que todo eso se hiciera desde casa, pero con una premisa: atender plenamente al alumnado y seguir las clases, mandar tareas de todo y tratar de seguir, más o menos, el horario lectivo. Aquí podéis encontrar la explicación a esa cantidad de deberes que han recibido los alumnos: a los profes nos lo han ordenado, nuestros jefes, nuestros superiores, inspectores… La mayoría de nosotros, hablando de manera informal, estamos de acuerdo en que hay que seguir cierta rutina y cierta dinámica (no estamos de vacaciones), pero también somos personas y somos conscientes de la realidad que estamos viviendo: muchos tenemos a familiares contagiados, ingresados, personas aisladas, también sufrimos cierta ansiedad por las noticias que llegan, nos preocupamos, hay problemas de conciliación… Por lo que vemos ridículo trasladar el horario lectivo tal cual a las casas.

            Pero dadas las circunstancias, no nos quedó más remedio que ponernos las pilas e improvisar métodos y formas de comunicación con las familias, muy criticados en muchos casos, pero debéis saber que detrás lo que ha sucedido es que hemos hecho lo que hemos podido y como mejor hemos sabido.

 Aquí nos surgían otros problemas: qué hacer con el alumnado que no tiene Internet, cómo proceder con alumnos cuyos padres necesitan el ordenador para teletrabajar, qué hacer con las familias que no iban a poder atender a sus hijos esos días… Pero, por otro lado, la única forma de comunicación que teníamos nosotros, los docentes, era a través de Internet. Juro que llevo dándole vueltas dos semanas a este asunto y sigo sin encontrar una fórmula alternativa.

            Dicho esto, os cuento lo que mis compis y yo, que estamos en el nivel de 5 años, hicimos: creamos un blog, donde diariamente les ofrecíamos a los alumnos distintas propuestas (un día mate, otro día lecto, otro alguna actividad del proyecto, otro una manualidad y otro un cuento). Afortunadamente, nos dio tiempo a repartir el martes previo a la finalización de las clases algunas fichas y material para que trabajasen los peques, pero poco más. El resto lo hemos ido buscando en casa, echando horas y horas frente al ordenador, excediendo con creces nuestro horario laboral.

            Dicho esto, nosotras cumplimos con nuestro deber de dotar de cierta normalidad al curso escolar, aunque todo es mejorable y ya estamos pensando alternativas para el tercer trimestre, pero también os puedo asegurar que, desde el primer día, hemos insistido en que todas estas propuestas eran recomendables, pero no obligatorias. Somos flexibles, entendemos que ahora hay que priorizar el bienestar emocional, el aprender de estas situaciones excepcionales que se nos presentan, preferimos que los niños jueguen más con sus familias, que pasen tiempo de calidad con ellos, que desarrollen aún más su autonomía, que valoren lo que realmente es importante (olvidándonos del consumismo masivo que nos invade, de no disfrutar de tiempo libre…). Lo que más nos preocupa es cómo les puede afectar esto a nivel emocional, cómo van a ser capaces de gestionar esta situación y lo que se vaya a derivar de ella. Personalmente, creo que porque no lean o no sumen durante dos meses, no va a pasar nada. Vivimos en un país en el que prácticamente nadie se queda sin saber leer o sin saber restar. No pasa nada. Ya habrá tiempo.

            Por último, a modo de reflexión me gustaría destacar que durante estos días creo que todos nos hemos dado cuenta de la importante labor que cumple la escuela, no solo en el plano académico, sino también en el social, la importante red de relaciones que teje entre alumnos, profesores y familias y el valor que tiene. Y yo, como profe, estoy deseando que pasen estas “vacaciones” que muchos creen que he disfrutado y volver a mi clase, con mis alumnos, donde la magia ocurre diariamente.