La Verdad

“Aunque la verdad esté en minoría, sigue siendo la verdad”


Mahatma Gandhi

Antes de la vuelta al cole, volví a proponer a mi gran amiga y profe, que si quería volver a colaborar con su experiencia como docente en este regreso tan atípico.

No tengo palabras para describir lo que hay aquí escrito. Es verdaderamente desgarrador saber que tantos compañeros están sufriendo esto, saber que están desamparados y olvidados, con la simple excusa de que los niños no contagian.

Os animo a leerlo, a reflexionar y a dejar de juzgar nuestra preciosa profesión.

Ánimo compañeros, nos esperan meses duros y con mucha incertidumbre.

Y Gracias amiga, por seguir diciendo la verdad y por luchar por lo que quieres y por hacer bien lo que más te gusta y lo que tanto esfuerzo te ha costado sacar a delante.

            Cuando mi amiga Ana me propuso escribir esta entrada, no lo dudé un segundo. Me lo propuso antes de empezar a trabajar, en agosto, pero estaba segura de que iba a tener material para contar… ¡y tanto!

            Soy profesora de Educación Infantil de un cole público del sur de Madrid y me parece una buena ocasión para contar nuestra verdad, la que estamos viviendo miles y miles de maestros y profesores estos días, especialmente en la pública, y no la “verdad” que parece que nos cuentan y venden en los medios de comunicación.

            Llevo meses viendo cómo un montón de colegios (normalmente colegios con alumnado con un alto nivel adquisitivo, con unas instalaciones nuevas y perfectamente acondicionados) nos enseñan cómo han diseñado la vuelta al cole, lo seguro que parece todo, la cantidad de espacios que han habilitado… Pues siento deciros que esa no es la realidad que estamos viviendo.

            Os pongo en situación: la Administración decidió que en plena pandemia los profesores en julio donde mejor estábamos era en casa (con la correspondiente reducción de sueldo, no son vacaciones pagadas, son vacaciones pagadas a costa de nuestros bolsillos), en lugar de estar en los centros trabajando, programando el curso escolar, ayudando a habilitar aulas, haciendo listados de alumnos, estudiando situaciones conflictivas, difíciles, aprendiendo protocolos, extremando las precauciones, comprando material necesario…

            A todo esto, en julio dejan a los equipos directivos (3 personas) programando esta vuelta al cole, en escenario 1, es decir, todo sigue igual con los 25 alumnos por aula y comprando gel y jabón para lavarse las manos, además de hacer todos los trámites administrativos propios de final de curso, como por ejemplo, matriculaciones o traslados de expedientes. A finales de agosto nos dicen que no, que cambiamos a escenario 2 y a contracorriente tenemos que reducir ratios, encontrar sitio donde ubicar al alumnado y solicitar el profesorado necesario para tal fin (en una semana NO DA TIEMPO, aunque alguien crea que sí).

            Como podréis esperar, el día 1 de septiembre nos presentamos en el centro (antes no, estábamos en nuestras vacaciones, ese derecho adquirido que tenemos los trabajadores y también los maestros) y nos encontramos con que nos han cambiado de escenario y tenemos que hacer todo lo anterior descrito. Para ello nos dan 5 días en horario de 9:00 a 14:00, además de realizar los trámites habituales de inicio de curso (que suelen ser bastante tediosos). Conclusión: jornadas interminables, reuniones a contrarreloj, un trabajo físico como nunca, y todo con la sensación y garantía de que no llegas a tiempo… Y así ha sido, el día 8 se incorporaron los alumnos aún sin profesores, con aulas sin montar, con material acumulado en los pasillos… Lo que viene a ser un desastre y un peligro.

            No busco victimizar al colectivo docente, pero sí darle visibilidad. No hemos estado escondidos: hemos trabajado en el confinamiento, muchos 24/7, pendientes de nuestro alumnado y poniendo nuestros medios personales, ya que nadie nos ha dotado de material para el teletrabajo.

Además, no nos hemos incorporado físicamente al centro porque así lo ha decidido la clase política, hemos estado al amparo de lo que han ido decidiendo. Nosotros simplemente lo que hemos pedido desde que esto comenzó es tener garantías sanitarias para poder desarrollar nuestro trabajo (¿alguien no lo ha hecho?).

            Empiezo a estar cansada de escuchar que en el supermercado han trabajado, que los transportistas han repartido y que muchos trabajadores han estado ahí y nosotros no. Cosa que ya he desmentido, pero además, si yo voy al súper y hay mucha gente, no me dejan entrar y si no me pongo la mascarilla tampoco me dejan estar, ¿puedo hacer esto en el colegio? NO.

            Y bueno, si hablamos de medidas sanitarias, todo se reduce a lavarse las manos y “ventilar”. Lo entrecomillo porque normalmente los coles son antiguos, con ventilación escasa y con instalaciones desgastadas (lo que sale en la tele siento deciros que es una minoría muy reducida en nuestro país).

            Mi conclusión a esta entrada es que hemos sido dejados a la improvisación, que ha habido tiempo de hacer más y mejores cosas (obviamente el riesgo 0 es imposible que exista). Claro que queremos trabajar, claro que nos gusta, pero no somos policías ni médicos, simplemente queremos desarrollar nuestro trabajo con unas garantías básicas y coherentes con lo que se está pidiendo a la población (prohibidas las reuniones de más de 10 personas, pero en mi clase diariamente estamos 20 sin distancia ni mascarilla).

            Me da pena esta situación, teníamos la oportunidad de demostrar la importancia de la educación y de colocarla en el lugar que creo se merece, era la ocasión perfecta para prestarle atención, para mejorar condiciones, pero se ha priorizado la economía y ahorrar unos euros en la contratación de personal, y vender que no pasa nada, que los niños no contagian. Solo espero que al final del curso todos mis compañeros lo puedan contar (sí, hay profesores de riesgo trabajando, expuestos mucho más que otros trabajadores, por mucho que digan). Siento si esta frase final es dura, pero es la realidad que estamos viviendo, ya basta de echar azúcar a la vida. Los docentes somos uno de los colectivos más expuesto y hay que decirlo.

            Y ahora el que piense que tenemos muchas vacaciones y que para algo nos pagan, amablemente le invito a estudiar la carrera (y si queréis también una oposición), aprobar e ir a trabajar en plena pandemia con 20 alumnos en un aula pequeña sin distancia ni mascarilla. Suerte y ánimo.

Espero que tomemos conciencia de esta maravillosa profesión y de lo difícil que va a suponer este c

Ánimo a todos los compañeros y compañeras.

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Reflexión de una profe

El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar lo aprendible, como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento”

Jhon Locke

En estos días tan extraños para los pequeños y para nosotros, no paro de leer que los padres no entienden como pueden mandar tantos deberes, que ellos no pueden con toda la carga que están recibiendo por parte de los colegios.

Por ello me puse en contacto con mi amiga y compañera de la universidad, una súper profe, que efectivamente, está viviendo esto en su propia piel.

Aquí tenéis su reflexión como maestra, pero sobre todo, como persona empática hacia la situación, hacia las familias.

Ahora, espero que también todas las familias sientan la misma empatía hacia los maestros y profesores. Por ello, me parecía bueno darles visibilidad a ellos, a los profes, porque se está viendo la gran labor que hacen y lo importantes que son en nuestras vidas y en las de nuestros hijos.

Aquí os dejo una gran aportación que os hará pensar.       

Gracias amiga, haces un trabajo increíble, que nunca nadie te haga dudar de tu gran vocación.

Os voy a contar, si me permitís, cómo ha vivido una profe de infantil estos días de cuarentena en los que tiene que teletrabajar (jamás pensé que llegaría este momento).

            Todo empezó un lunes por la noche, cuando anunciaron que a partir de ese miércoles se cerraban los coles durante dos semanas. Imaginaos…¿qué fue lo primero que se le pasó por la cabeza a la inmensa mayoría de personas?: jolín, más vacaciones para los profesores… no sé de qué se quejan. Pues os voy a contar lo que se me pasó a mí: una sensación de miedo como nunca antes había tenido (y he pasado algún que otro susto en mi vida), miedo porque para que se cierren los colegios, algo gordo tiene que estar pasando, miedo por saber qué va a pasar con tus alumnos, con tu trabajo, cómo saldremos de esta, cómo vamos a afrontar el trabajo que tenemos por delante justo esas dos semanas (estamos en pleno periodo de evaluaciones)…

            Y así fue, durante esa semana las noticias iban y venían, era un continuo goteo de cambios, algo que te exige una adaptación casi instantánea, donde apenas puedes pensar, pero que, por el contrario, la cabeza va a todo tren.

            Os resumo un poco cómo hemos ido haciendo estos días: en un primer momento, nos hacían ir al colegio para programar, reuniones, evaluaciones, ordenar material, adelantar trabajo atrasado… (sí, porque los profes programamos y dedicamos muchas horas extras a las meramente lectivas), después dieron orden de que todo eso se hiciera desde casa, pero con una premisa: atender plenamente al alumnado y seguir las clases, mandar tareas de todo y tratar de seguir, más o menos, el horario lectivo. Aquí podéis encontrar la explicación a esa cantidad de deberes que han recibido los alumnos: a los profes nos lo han ordenado, nuestros jefes, nuestros superiores, inspectores… La mayoría de nosotros, hablando de manera informal, estamos de acuerdo en que hay que seguir cierta rutina y cierta dinámica (no estamos de vacaciones), pero también somos personas y somos conscientes de la realidad que estamos viviendo: muchos tenemos a familiares contagiados, ingresados, personas aisladas, también sufrimos cierta ansiedad por las noticias que llegan, nos preocupamos, hay problemas de conciliación… Por lo que vemos ridículo trasladar el horario lectivo tal cual a las casas.

            Pero dadas las circunstancias, no nos quedó más remedio que ponernos las pilas e improvisar métodos y formas de comunicación con las familias, muy criticados en muchos casos, pero debéis saber que detrás lo que ha sucedido es que hemos hecho lo que hemos podido y como mejor hemos sabido.

 Aquí nos surgían otros problemas: qué hacer con el alumnado que no tiene Internet, cómo proceder con alumnos cuyos padres necesitan el ordenador para teletrabajar, qué hacer con las familias que no iban a poder atender a sus hijos esos días… Pero, por otro lado, la única forma de comunicación que teníamos nosotros, los docentes, era a través de Internet. Juro que llevo dándole vueltas dos semanas a este asunto y sigo sin encontrar una fórmula alternativa.

            Dicho esto, os cuento lo que mis compis y yo, que estamos en el nivel de 5 años, hicimos: creamos un blog, donde diariamente les ofrecíamos a los alumnos distintas propuestas (un día mate, otro día lecto, otro alguna actividad del proyecto, otro una manualidad y otro un cuento). Afortunadamente, nos dio tiempo a repartir el martes previo a la finalización de las clases algunas fichas y material para que trabajasen los peques, pero poco más. El resto lo hemos ido buscando en casa, echando horas y horas frente al ordenador, excediendo con creces nuestro horario laboral.

            Dicho esto, nosotras cumplimos con nuestro deber de dotar de cierta normalidad al curso escolar, aunque todo es mejorable y ya estamos pensando alternativas para el tercer trimestre, pero también os puedo asegurar que, desde el primer día, hemos insistido en que todas estas propuestas eran recomendables, pero no obligatorias. Somos flexibles, entendemos que ahora hay que priorizar el bienestar emocional, el aprender de estas situaciones excepcionales que se nos presentan, preferimos que los niños jueguen más con sus familias, que pasen tiempo de calidad con ellos, que desarrollen aún más su autonomía, que valoren lo que realmente es importante (olvidándonos del consumismo masivo que nos invade, de no disfrutar de tiempo libre…). Lo que más nos preocupa es cómo les puede afectar esto a nivel emocional, cómo van a ser capaces de gestionar esta situación y lo que se vaya a derivar de ella. Personalmente, creo que porque no lean o no sumen durante dos meses, no va a pasar nada. Vivimos en un país en el que prácticamente nadie se queda sin saber leer o sin saber restar. No pasa nada. Ya habrá tiempo.

            Por último, a modo de reflexión me gustaría destacar que durante estos días creo que todos nos hemos dado cuenta de la importante labor que cumple la escuela, no solo en el plano académico, sino también en el social, la importante red de relaciones que teje entre alumnos, profesores y familias y el valor que tiene. Y yo, como profe, estoy deseando que pasen estas “vacaciones” que muchos creen que he disfrutado y volver a mi clase, con mis alumnos, donde la magia ocurre diariamente.