Otro día más de infierno

“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”


Mahama Gandhi

Me siguen llegando colaboraciones de gente cercana que quiere contar su experiencia en estos duros momentos.

Ella es una buena amiga, trabaja en el supermercado al cual vamos todos. Tiene ese trabajo que seguramente hemos menospreciado en alguna ocasión. Pues es ella quién nos abastece, quién tiene que ir cada día a su puesto de trabajo y arriesgarse porque somos unos inconscientes y seguimos sin darnos cuenta de que así no.

Ella tiene dos  niños pequeños que la esperan en casa, que están deseando abrazar a su mamá cuando llega después de muchas horas fuera. Pero no, deben apartarse hasta que ella se quita todo lo que lleva encima y se vuelve a desinfectar.

Luego nos manda un audio al grupo, donde intenta reírse de la situación que está viviendo, pero en su voz hay una nota de preocupación, de gravedad que no es difícil adivinar.

Gracias amiga por arriesgarte por nosotros y perdona si no siempre somos amables, pero sabemos ahora más que nunca, lo imprescindibles que sois para nosotros.

Mucho ánimo y mucha fuerza para ti, pero también para toda tu familia que te espera en casa.

Mi nombre es María y tengo 30 años, os voy a contar una historia que espero que jamás se vuelva a contar.

6:45 horas de la mañana, suena el despertador me levanto y pienso «otro día más de infierno”. Me visto cojo mi coche. Me dispongo a ir a mi puesto de trabajo, un puesto al que tengo que estar al 100% para que a nadie le falte de nada en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo.

Llego, ficho y alegría, veo que todos los compañeros de mi turnos siguen conmigo al pie del cañón. Me cambio, me enfundo en mi traje de heroína, mis guantes, mi mascarilla y mi mampara protectora.

8:15 horas, preparo mi caja y entre risas y anécdotas colocamos murales, estanterías, etc… Para que no falte de nada.

09:30 horas, momento de relax, momento de café con los compañeros seguimos de risas y no paramos de hablar de todo tipo de cosas menos del tema de moda… El virus. Salimos a que nos dé el aire y de reojo vemos esa inmensa cola que casi da la vuelta a la a la manzana y con ella las mismas caras de todos los días.

Se nos entristece el semblante y esa alegría que teníamos se va apagando poco a poco. Nos miramos con la mirada vacía y nos disponemos cada uno a nuestro puesto de trabajo.

10:00 horas, subimos el cierre y cual toro en su plaza entran en estampida, nos miramos y seguimos teniendo el mismo pensamiento de todos los días…. «así no, esto no se acaba».

Llega uno, otro, otro y así pasan las horas y siempre los mismos. Esos que sólo salen por dar un paseo, que salen a por una bolsa de pipas, que no piensan, que no respetan.

Pero de repente llega alguien que, sin más, te las gracias una y mil veces por estar ahí. Se te encoje el estómago y con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos tu también le das las gracias por no venir todos los días.

12:00 horas, minuto de silencio por todas las victimas del virus.

Seguimos en nuestro puesto de trabajo sin levantar la cabeza de nuestra obligación porque sí señores, es nuestra obligación, a nosotros sí nos obligan a salir de casa para que a ustedes no les falta de nada.

Siguen pasando las horas y por fin veo entrar a mis compañeros del otro turno y otra alegría, ¡están todos! Ya falta menos para volver a casa.

15:00 horas, le cedo mi puesto a mi compañera, me voy al vestuario, me lavo las manos, me desinfecto, salgo por  la puerta y les deseo a mis compañeros lo mejor.

 Llego a casa, abro la puerta, me quito las zapatillas en el portal y les digo a mis hijos que vienen corriendo por el pasillo: » esperar, vengo de trabajar»; me quito la ropa y ya por fin puedo abrazar y besar a mi familia pero siempre me queda la duda de si me habré infectado…

Anuncio publicitario

COVID-19

“Donde quiera que se ame el arte de la medicina se ama también a la humanidad”

Platón

No tengo palabras para explicar esta colaboración que me acaba de llegar. Ni siquiera conozco a la persona que lo ha escrito, por eso creo que es todavía más especial.

Una persona que está combatiendo con su cuerpo y con su alma en la UCI y que expresa con una palabras que erizan la piel lo que realmente está sucediendo en estos momentos, la realidad que desde nuestras casas no podemos ver.

No puedo más que agradecer con el corazón estas palabras, que seguramente hayan salido con una emoción difícil de contener. Gracias, has hecho que me emocione, que llore y que piense que, realmente saldremos de esta gracias a vosotros.

Desde Mami Me Mima solo te puedo desear fuerza para seguir luchando.

Os puedo asegurar que es un post muy especial y emocionante, espero que os guste.

Hace más de un mes que comenzó todo, a las seis de la mañana abría un mensaje de whatsapp: tenemos el primer caso en la UCI, y ha sido un caos, en ese momento nunca creí que llegaríamos a vivir lo que estamos viviendo. 

La vida nos está golpeado muy duro a todos, y creo q hay ciertas heridas que tardarán en cerrar o que quizá no cierren nuca. Ciertos sentimientos difíciles de digerir, porque se hacen un nudo en la garganta, y al final es el miedo el que se apodera de uno, pero al final las circunstancias te obligan a tragar, para que pase y por lo menos esa bola no te impida respirar, porque tienes que seguir. Nos dedicamos a cuidar personas y yo en mi caso a cuidar a los que cuidan, y siempre he sentido que es una gran responsabilidad. 

Me cuesta recordar en que momento empezamos a correr, a convivir con esa sensación de angustia constante, teníamos que abrir camas y lo teníamos que hacer rápido, porque nuestros pacientes se ponían muy malos de un día para otro, de 10 pasamos a 12, de 12 a 17, a 26, a 30 y luego a 37 y hasta 40 y nunca es suficiente, la situación ha sido prácticamente inasumible, yo intentaba tragar para que ese nudo pasara porque había días que pensaba que me ahogaba, que no llegaba, pero no podían faltarme las fuerzas.

Evidentemente al ritmo que todo esto crecía no podía hacerlo solo, y comencé pidiendo ayuda a mi equipo, lo tuvieron claro desde el minuto cero, cuenta con todos y cada uno de nosotros para lo que sea, y así ha sido, gracias por sostenerme. Pedí ayuda a mis jefas, y una vez más también me demostraron que estaban ahí, como siempre. Pedí ayuda a mis compañeros supervisores, que con la que está cayendo se han desprendido de grandes profesionales en sus unidades para construir un gran puzle que ha día de hoy aún le falta alguna que otra pieza. 

Comenzaron a llegar cada día personas nuevas a trabajar, personas a las que también tienes que cuidar, pero que, en ocasiones no conoces ni su nombre, lo que si recuerdas son sus caras entrando, la mayoría, por primera vez en la UCI, aterrados, pero con unas ganas tremendas de estar ahí, de ayudar, de poner su granito de arena. 

Me gustaría quitarme hierro al asunto y decir algo así como no ha sido fácil, pero no sería verdad, porque la realidad es que a día de hoy continúa siendo muy difícil. Hemos vivido días muy duros, con mucha presión, ingreso tras ingreso de pacientes que llegaban al límite, y así, al límite de nuestras fuerzas hemos trabajado todos.

Hemos trabajado con miedo, con rabia, con impotencia, con angustia… Pero hemos seguido, porque así somos los que nos dedicamos a esto. No sabemos las consecuencias que más adelante tendrá. 

Y a todo esto, cada uno de nosotros también tenemos una familia, unas circunstancias personales, en mi caso una hija que apenas me ve, y con tan solo tres años sabe que cada vez que aparezco por la puerta, los días que me ve, tiene que esperar a que pase por la ducha antes de darme un abrazo, también ha asumido con toda la normalidad con la que ella puede, que se tiene que quedar en casa, y una vez mas nos demuestran que son pequeños muy grandes. También ha asumido que papá trabaja todos los días en el hospital y los días que no voy, que en este mes han sido 3 ó 4 me pregunta asombrada ¿Papá, hoy te quedas todo el día conmigo? Y a mi se me parte el alma.

Como decía al principio hay heridas que quizá nunca cierren, y es que cuando lo vives en primera persona, ves que todo esto es aún peor, porque no hay nada peor que vivir la pérdida de un ser querido en soledad, en mi caso afortunado, porque tengo unos compañeros excepcionales que los ratos que yo no estaba, ellos se encargaban de cogerle la mano, de colocarle la mascarilla o de ponerle esa medicación que la aliviara un ratito. Duro, todo muy duro, no puedo expresar con palabras el horror que aquella mañana mis primas y yo tuvimos que vivir, heridas que no se si cerrarán.

Pero, a pesar de todo tienes que seguir, vuelves a tragar, porque cada vez la bola en la garganta es más grande, las piernas no te sujetan, el aire no te llega al pecho, intentas evitarlo, tienes que llorar, pero no puedes, no tienes tiempo ni espacio. Hay que seguir abriendo camas, montando unidades desde cero y tomas la decisión de distraer el dolor con el trabajo. Ojo que, el dolor y el duelo distraído no son buenos compañeros de viaje, porque como dice Rozalen en una de sus canciones: “todo lo que no se atiende, tarde o temprano reaparece”.

Y así discurren los días desde que comenzó este infierno, pero como todo, en esto además de sombras, hay luces, y las luces son las personas que cada día están a mi lado, las que me cuidan, mi familia que están muy pendientes de mi, que me recuerdan que tengo que cuidarme, que tengo que descansar, que cada día me preguntan como estoy, y me animan reconociendo un trabajo que hacemos entre todos. También hay luces en el trabajo y de nuevo son las personas, mi equipo, allí nos cuidamos unos a otros, e intentamos hablar de todo en todo momento y no llevarnos la mochila muy cargada a casa.

Se me llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdo que hay mañanas que te encuentras con alguien en el pasillo, le miras con toda la cara llena de marcas de las gafas de buzo empapada en sudor, agotada física y psicológicamente después de un turno sin parar y aun así te pregunta, ¿como estas?

Sigue habiendo luces, cuando celebramos como si de nuestra familia se tratara, cada vez que le quitamos el tubo a un paciente y le damos el alta a la planta, cuando vemos el cariño de la gente, cuando alguno de nosotros se siente fuerte y grita por el pasillo: ¡venga chicos! ¡Que vamos a poder con todo! Cuando de repente hay un turno que oyes reír a alguien, y te sorprende y a la vez te llena de alegría, quien lo diría…

La vida nos está dando una lección que espero que todos aprendamos, nos ha acercado mucho mas a las personas haciéndonos ver que un abrazo o un beso es un bien preciado. Saldremos de esta con la ayuda de todos y sin lugar a dudas seremos más fuertes.