Y de repente un día se para todo

“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”

William Shakespeare

Sigo recibiendo grandes testimonios de sanitarios que se juegan su vida y su salud día a día en estos días extraños.

Todos los días salimos a aplaudir, ahora también podemos salir con nuestros pequeños a la calle, pero debemos ser responsables, debemos tener ese sentido común que se espera de nosotros, ya que ELLOS siguen trabajando, siguen viendo barbaridades con las que tendrán que convivir el resto de sus días, siguen viviendo por y para nosotros, para cuidarnos y siempre mostrando su mejor cara.

Vamos a hacerlo por ellos, vamos a ser responsables y conscientes de esta situación, no vale solo con los aplausos, vamos a seguir sus indicaciones y sus recomendaciones.

Y sobre todo, vamos a estarles eternamente agradecidos.

Muchas gracias Esther por abrirte y querer compartir con nosotros estas palabras que nos vuelven a erizar la piel ¡Ánimo! Es lo único que puedo deciros, sois muy grandes.

El día a día de un sanitario está rodeado de muchas de situaciones límite. Está acostumbrado a ver sufrimiento, dolor y la muerte muy de cerca. Pero también está acostumbrado a que se agoten todas las posibilidades para que el paciente salga de la situación y/ o sufra lo menos posible. En esta ocasión quizás, sea eso lo que nos está matando por dentro a los sanitarios.

De un día para otro el hospital se transforma; se montan camas Uci en cualquier parte del hospital, falta personal y material especializado, los pacientes empiezan a llegar uno detrás de otro  casi sin margen. Los sanitarios se van reubicando de un lugar a otro del hospital, los materiales empiezan a escasear y por consiguiente, los protocolos se van cambiando día a día e incluso de turno en turno según los recuso que se tengan o la situación de los pacientes en ese momento. Todo esto genera incertidumbre, nadie había visto antes nada igual, y uno empieza  a tener tensión, nervios y porque no decirlo, mucho miedo.  Ver que llegan los pacientes muy malitos a las ucis y que no hay hueco, que los médicos intentan hacer todo para salvarles la vida y que a veces no es posible. Que hay pacientes que se tendrán que quedar solitos en las habitaciones hasta el último suspiro. Y todo esto duele, duele mucho.

Del  famoso E.P.I… Que voy a contar que no sepáis (eso es otra historia).Te enfundas el traje antes de entrar y se te hace un nudo en la garganta, al fin y al cabo, te estás jugando la vida. Te pones una mascarilla que no sabes si filtra lo suficiente, y te pones las gafas que se irán empañando con el paso del tiempo. Cuando entras a la sala es muy difícil reconocer a los compañeros y según pasa las horas cuesta más trabajar.

Cuando sales del trabajo ves las calles casi vacías y el silencio y el ruido de los pájaros son lo habitual. Llegas a casa y lo primero que  haces es darte una ducha  (sin duda en mejor momento del día) y lo haces para no contagiar a los tuyos. Es lo único que te repites continuamente; que nos les contagie, que nos les contagie, que no les contagie

Lo mejor de todo son los COMPAÑEROS. Esas miradas tristes y cómplices junto con los silencios cuando tienes un paciente entre manos que sabes que se va a morir… No hay persona en estos momentos que mejor te entiendan que ellos.  Entre todos nos animamos, nos apoyamos y nos damos fuerza. Unos día lloran unos y otros hacen reír y viceversa y así, poco a poco, vamos intentando salir.

Los aplausos se agradecen y reconfortan mucho. Pero os pido que nos os quedéis solo en esto, os vamos a necesitar a todos cuando esto acabe. Por  la salud de todos.

PS: En todo este tiempo seguro que conocéis a alguien cercano que ha pasado el maldito virus e incluso a quien no lo ha superado y no habéis podido despediros de ellos.  Ellos son los únicos SUPEREROHES  de esta historia tan dura que nunca nadie se hubiera imaginado.

Esther, TCAE de U.C.I.

Anuncio publicitario

COVID-19

“Donde quiera que se ame el arte de la medicina se ama también a la humanidad”

Platón

No tengo palabras para explicar esta colaboración que me acaba de llegar. Ni siquiera conozco a la persona que lo ha escrito, por eso creo que es todavía más especial.

Una persona que está combatiendo con su cuerpo y con su alma en la UCI y que expresa con una palabras que erizan la piel lo que realmente está sucediendo en estos momentos, la realidad que desde nuestras casas no podemos ver.

No puedo más que agradecer con el corazón estas palabras, que seguramente hayan salido con una emoción difícil de contener. Gracias, has hecho que me emocione, que llore y que piense que, realmente saldremos de esta gracias a vosotros.

Desde Mami Me Mima solo te puedo desear fuerza para seguir luchando.

Os puedo asegurar que es un post muy especial y emocionante, espero que os guste.

Hace más de un mes que comenzó todo, a las seis de la mañana abría un mensaje de whatsapp: tenemos el primer caso en la UCI, y ha sido un caos, en ese momento nunca creí que llegaríamos a vivir lo que estamos viviendo. 

La vida nos está golpeado muy duro a todos, y creo q hay ciertas heridas que tardarán en cerrar o que quizá no cierren nuca. Ciertos sentimientos difíciles de digerir, porque se hacen un nudo en la garganta, y al final es el miedo el que se apodera de uno, pero al final las circunstancias te obligan a tragar, para que pase y por lo menos esa bola no te impida respirar, porque tienes que seguir. Nos dedicamos a cuidar personas y yo en mi caso a cuidar a los que cuidan, y siempre he sentido que es una gran responsabilidad. 

Me cuesta recordar en que momento empezamos a correr, a convivir con esa sensación de angustia constante, teníamos que abrir camas y lo teníamos que hacer rápido, porque nuestros pacientes se ponían muy malos de un día para otro, de 10 pasamos a 12, de 12 a 17, a 26, a 30 y luego a 37 y hasta 40 y nunca es suficiente, la situación ha sido prácticamente inasumible, yo intentaba tragar para que ese nudo pasara porque había días que pensaba que me ahogaba, que no llegaba, pero no podían faltarme las fuerzas.

Evidentemente al ritmo que todo esto crecía no podía hacerlo solo, y comencé pidiendo ayuda a mi equipo, lo tuvieron claro desde el minuto cero, cuenta con todos y cada uno de nosotros para lo que sea, y así ha sido, gracias por sostenerme. Pedí ayuda a mis jefas, y una vez más también me demostraron que estaban ahí, como siempre. Pedí ayuda a mis compañeros supervisores, que con la que está cayendo se han desprendido de grandes profesionales en sus unidades para construir un gran puzle que ha día de hoy aún le falta alguna que otra pieza. 

Comenzaron a llegar cada día personas nuevas a trabajar, personas a las que también tienes que cuidar, pero que, en ocasiones no conoces ni su nombre, lo que si recuerdas son sus caras entrando, la mayoría, por primera vez en la UCI, aterrados, pero con unas ganas tremendas de estar ahí, de ayudar, de poner su granito de arena. 

Me gustaría quitarme hierro al asunto y decir algo así como no ha sido fácil, pero no sería verdad, porque la realidad es que a día de hoy continúa siendo muy difícil. Hemos vivido días muy duros, con mucha presión, ingreso tras ingreso de pacientes que llegaban al límite, y así, al límite de nuestras fuerzas hemos trabajado todos.

Hemos trabajado con miedo, con rabia, con impotencia, con angustia… Pero hemos seguido, porque así somos los que nos dedicamos a esto. No sabemos las consecuencias que más adelante tendrá. 

Y a todo esto, cada uno de nosotros también tenemos una familia, unas circunstancias personales, en mi caso una hija que apenas me ve, y con tan solo tres años sabe que cada vez que aparezco por la puerta, los días que me ve, tiene que esperar a que pase por la ducha antes de darme un abrazo, también ha asumido con toda la normalidad con la que ella puede, que se tiene que quedar en casa, y una vez mas nos demuestran que son pequeños muy grandes. También ha asumido que papá trabaja todos los días en el hospital y los días que no voy, que en este mes han sido 3 ó 4 me pregunta asombrada ¿Papá, hoy te quedas todo el día conmigo? Y a mi se me parte el alma.

Como decía al principio hay heridas que quizá nunca cierren, y es que cuando lo vives en primera persona, ves que todo esto es aún peor, porque no hay nada peor que vivir la pérdida de un ser querido en soledad, en mi caso afortunado, porque tengo unos compañeros excepcionales que los ratos que yo no estaba, ellos se encargaban de cogerle la mano, de colocarle la mascarilla o de ponerle esa medicación que la aliviara un ratito. Duro, todo muy duro, no puedo expresar con palabras el horror que aquella mañana mis primas y yo tuvimos que vivir, heridas que no se si cerrarán.

Pero, a pesar de todo tienes que seguir, vuelves a tragar, porque cada vez la bola en la garganta es más grande, las piernas no te sujetan, el aire no te llega al pecho, intentas evitarlo, tienes que llorar, pero no puedes, no tienes tiempo ni espacio. Hay que seguir abriendo camas, montando unidades desde cero y tomas la decisión de distraer el dolor con el trabajo. Ojo que, el dolor y el duelo distraído no son buenos compañeros de viaje, porque como dice Rozalen en una de sus canciones: “todo lo que no se atiende, tarde o temprano reaparece”.

Y así discurren los días desde que comenzó este infierno, pero como todo, en esto además de sombras, hay luces, y las luces son las personas que cada día están a mi lado, las que me cuidan, mi familia que están muy pendientes de mi, que me recuerdan que tengo que cuidarme, que tengo que descansar, que cada día me preguntan como estoy, y me animan reconociendo un trabajo que hacemos entre todos. También hay luces en el trabajo y de nuevo son las personas, mi equipo, allí nos cuidamos unos a otros, e intentamos hablar de todo en todo momento y no llevarnos la mochila muy cargada a casa.

Se me llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdo que hay mañanas que te encuentras con alguien en el pasillo, le miras con toda la cara llena de marcas de las gafas de buzo empapada en sudor, agotada física y psicológicamente después de un turno sin parar y aun así te pregunta, ¿como estas?

Sigue habiendo luces, cuando celebramos como si de nuestra familia se tratara, cada vez que le quitamos el tubo a un paciente y le damos el alta a la planta, cuando vemos el cariño de la gente, cuando alguno de nosotros se siente fuerte y grita por el pasillo: ¡venga chicos! ¡Que vamos a poder con todo! Cuando de repente hay un turno que oyes reír a alguien, y te sorprende y a la vez te llena de alegría, quien lo diría…

La vida nos está dando una lección que espero que todos aprendamos, nos ha acercado mucho mas a las personas haciéndonos ver que un abrazo o un beso es un bien preciado. Saldremos de esta con la ayuda de todos y sin lugar a dudas seremos más fuertes.