EL BICHO

“En cada niño nace la humanidad”

Jacinto Benavente

Es increíble la respuesta que estoy teniendo al abrir este apartado de colaboraciones, llevamos mucho tiempo sin salir, viviendo días extraños y me alegra mucho que queráis compartir vuestras vivencias con todos los papis y mamis que leen el blog.

Ella es Ana, apenas la conozco, pero ha querido abrir su corazón para todos nosotros y estoy realmente emocionada ya que seguramente alguno de vosotros, por desgracias, os vais a sentir identificados con algunas de sus vivencias, otros, más afortunados, también os vais a identificar con otras. Es un relato con muchas emociones y experiencias muy íntimas.

Muchas gracias Ana por querer hablar desde el alma y el corazón y gracias a tu sobrina, por, efectivamente, entender mejor que muchos adultos la situación. Ella es una pequeña gran heroína también.

Para mí todo esto empezó el 7 de marzo por la tarde, estaba en el pueblo con unos amigos tomando algo cuando en el chat del cole una compañera escribió y nos dijo que había dado positivo en el bicho. A partir de ahí fue una locura, todos los compañeros se pusieron muy nerviosos.

Yo la verdad que estaba tranquila y sigo estándolo.

Bueno continuando con la historia, el lunes fue un revuelo en el colegio, se había filtrado la noticia de la compañera enferma y eso había puesto muy nerviosos a los padres y debido a ello faltaron muchos alumnos en casi todas las clases del centro.

Los que asistieron preguntaban qué había pasado y las llamadas al centro no pararon durante toda la mañana.

La semana continuó con “normalidad” a pesar de las ausencias. El revuelo volvió a llegar cuando Madrid suspendió las clases, ahí ya la incertidumbre de los padres y de los compañeros crecía.

La tarde del jueves 12 la pasé como casi todos mis compañeros pegada a la televisión para comprobar que decían las autoridades, finalmente se suspendían las clases, y una vez más, el chat del colegio echaba humo, al igual que mi cabeza ya que yo estaba haciendo una sustitución y me temía que la persona a la que estaba sustituyendo se incorporaría, y así pasó.

Nos dijeron que los profes teníamos que ir el viernes para organizar las clases y que los alumnos recogieran el material y demás y así lo hicimos, todo para mí era normal hasta que a mitad de mañana me comunicaron que mi sustitución terminaba.

A partir de ahí mi retiro, prefiero llamarlo así antes que confinamiento o encierro, ha sido muy entretenido.

Mi hermano mayor y su marido son sanitarios y trabajan en el hospital de Guadalajara y tienen una niña de tres años, que al igual que los demás niños de España no tiene clases, así que soy yo la que se la cuida mientras sus padres trabajan.

La verdad que me siento muy afortunada de poder pasar tanto tiempo con ella, aprendemos mucho la una de la otra y lo pasamos muy bien juntas.

Recuerdo la primera mañana que tuve que ir a cuidarla, ella ya sabía que no se podía ir al parque, pero ya era oficial que tampoco se podía salir de casa, sus papás ya la habían explicado que había un bichito y que no se podía salir de casa para no ponerlos malitos y que tampoco podíamos ir al colegio.

Los niños nunca dejan de sorprenderme, pues ella con solo tres años había entendido mejor que muchos adultos que había que quedarse en casa y lo hacía sin rechistar, es más si ve a alguien por la calle desde a ventana le regaña porque hay que estar en casa.

Los días fueron pasando y las manualidades y los juegos eran cada vez mejores, es fascinante como la mente agudiza el ingenio cuando más se necesita.

La segunda semana de retiro se confirmaba el único miedo que yo tenía, mi tía, que ya estaba enferma, empeoraba y había que subirla al hospital.

Al principio te pones en lo peor, porque ya mi hermano nos había avisado de que estaba muy malita y que podría pasar cualquier cosa.

Pasaron dos días y la peor de nuestras sospechas ocurrió, la tía Carmen, había fallecido, no estaba sola, porque sus hijas tuvieron la suerte que no han tenido muchas familias, ellas se pudieron despedir, sin besos ni abrazos, pero si con palabras.

Nunca he tenido una sensación tan rara en el cuerpo, parece como si no hubiera pasado, no la hemos visto, no nos hemos podido despedir de ella… es esa sensación de estar metido en una película con un mal final.

Pero si, si había pasado. Mis primas y mis padres enterraron a mi tía, solos, con mascarillas y guantes cual marcianos y a metro y medio cada uno. Los demás desde casa solo podíamos pensar en ellas, mis primas, que no se han podido abrazar ni las hemos podido dar cariño.

Pasó la semana y a día de hoy no sabría decirte cuantos días han pasado de esto, solo sé que sigo teniendo una sensación extraña en un pedacito de mi corazón.

Pero yo siempre soy muy positiva, y sé que todo esto que nos ha pasado a mi familia y a mí nos ha unido más si cabe.

Continuamos con el retiro, y entre juegos, manualidades, disfraces y bailes, los que vienen del hospital, cada día traen mejores noticias. Yo no pregunto mucho por la gente, prefiero preguntar cómo están ellos, como se sienten y hacerles ver que siempre estoy a su lado.

Como he dicho al principio no tuve miedo y sigo sin tenerlo, tengo la esperanza de que este tiempo sea productivo, teníamos que parar y no hacíamos caso. Nos hemos creído los reyes del mundo, y el bicho más pequeño nos ha puesto en nuestro sitio, en casa, con la familia, valorando cosas que en la rapidez del día a día no somos capaces de ver.

Lo que no te mata te hace más fuerte, y esto es lo que tenemos que ver.

Gracias Ana por darme la oportunidad de escribir lo que vivo y lo que siento, sin duda alguna es una terapia estupenda.

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